[Publicado originalmente en Truthout. Traducción de Pablo Abufom Silva.]
Menos de dos semanas después de que una sorpresiva ofensiva rebelde comenzara a retomar zonas de Siria por primera vez en casi una década, el régimen de Assad cayó el 8 de diciembre. La caída del gobierno, que se consideraba enquistado e inamovible, se produjo 53 años después del inicio del gobierno de la familia Assad en Siria y casi 14 años después del comienzo de un levantamiento que reclamaba su derrocamiento.
La toma del poder por los rebeldes fue rápida y encontró una resistencia mínima por parte del Estado sirio o de sus aliados. Los rebeldes iniciaron su avance el 25 de noviembre, cruzando desde la provincia noroccidental de Idlib para tomar Alepo. Una semana después, capturaron la ciudad de Hama, al sur de Alepo, y desde allí la ofensiva se extendió aún más rápidamente. En las ciudades meridionales de Deraa, cuna de la revolución siria de 2011, y Suwayda, ciudad de mayoría drusa en la que se habían producido recientemente protestas periódicas contra el régimen, las milicias locales se unieron a los rebeldes y se declararon libres del control del régimen. A continuación, los rebeldes tomaron la ciudad de Homs, seguida de las afueras de Damasco, y luego entraron en la propia capital, Damasco. Bashar al-Assad huyó en avión a Moscú y, a primera hora de la mañana del 8 de diciembre, los rebeldes declararon Siria liberada del régimen.
Esta repentina transformación sobre el terreno en Siria supuso un revés a la derrota de las fuerzas rebeldes en 2016, cuando el régimen de Assad retomó Alepo en una brutal campaña de asedio y bombardeos que marcó un punto de inflexión en la guerra civil siria. Posteriormente, el régimen siguió asediando, bombardeando y forzando la evacuación de todos los enclaves que quedaban en manos de los rebeldes en el país, empujando a los últimos grupos rebeldes -además de a cientos de miles de sirios desplazados- a la pequeña provincia de Idlib. Aunque en un momento dado los grupos rebeldes controlaban el 80% del país, a partir de 2016 sus avances se invirtieron y el régimen acabó recuperando el 70% del territorio. El ejército de Assad dependía en gran medida de la aviación rusa en sus campañas de bombardeo, así como de las milicias iraníes y los combatientes de Hezbolá.
Pero ahora, ocho años después, con Rusia empantanada en Ucrania, Hezbolá gravemente debilitado en El Líbano, Irán preocupado por las amenazas de Israel en su contra y sus propias preocupaciones internas, y un Assad impopular incluso en las zonas controladas por el régimen, las ofensivas de los rebeldes se enfrentaron a una resistencia insignificante sobre el terreno. El 1 de diciembre, el régimen de Assad y Rusia comenzaron a bombardear Alepo e Idlib en represalia por el avance de los rebeldes, pero la campaña de bombardeos tampoco frustró sus ofensivas. A los pocos días, Rusia e Irán desistieron de su apoyo a Assad, retiraron sus fuerzas, dejando a Assad a su suerte.
Los grupos rebeldes Hayat Tahrir al-Sham (HTS) y el Ejército Nacional Sirio (ENS), respaldado por Turquía, encabezaron las ofensivas que comenzaron el 25 de noviembre. Turquía, que estaba en proceso de normalizar sus relaciones con Assad, parece haber apoyado la ofensiva como moneda de cambio: sus fuerzas se retiraron cuando llegaron a Alepo, lo que sugiere que recuperar ciudades enteras era más de lo que esperaba conseguir. La decisión del ENS de retirarse permitió a las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS) kurdas hacerse con el control de algunas de las zonas; las FDS han capturado desde entonces la ciudad oriental siria de Deir el-Zour. Desde entonces, el ENS, respaldado por Turquía, ha arrebatado la ciudad de Manbij a los grupos kurdos, y el ENS y las FDS kurdas se han enfrentado en repetidas ocasiones, con informes de que el ENS ha cometido abusos contra combatientes e individuos kurdos. Por su parte, HTS pasó a controlar Alepo y la mayor parte del resto del país, posicionándose como el libertador de Siria.
No se puede exagerar la importancia del derrocamiento del régimen de Assad. A medida que los rebeldes avanzaban, liberaban prisioneros en una ciudad tras otra, liberando a miles de detenidos de las cárceles del régimen tristemente célebres por sus torturas, muertes y desapariciones. Cada una de las ciudades liberadas del régimen tiene un significado para los sirios: Alepo, debido al asedio de 2016 que marcó el punto de inflexión para que Assad retomara el control del país; Hama, debido a una masacre perpetrada por Hafez al Assad en 1982 en la que el ex presidente asesinó a 40.000 sirios por rebelarse contra su gobierno; así como ciudades como Deraa y Homs que desempeñaron un papel especial en el levantamiento de 2011.
En los primeros días después de la caída de Assad, se vivió un momento de celebración y alivio para la mayoría de los sirios, que se enfrentaron a décadas de opresión a manos del régimen de Assad, pero también dio inicio a un ambiente de cautela sobre lo que está por venir, y qué fuerzas tomarán el poder en el próximo período.
¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
En 2011, cuando los levantamientos árabes se extendieron de Túnez a Egipto, Siria también estalló en revueltas. En un principio, las protestas pedían reformas, pero cuando se encontraron con la violencia severa y brutal a manos del régimen, los manifestantes pidieron el derrocamiento del gobierno de Assad en su totalidad. Pero lo que distinguió a Siria del resto de los levantamientos de la región fue el alcance de la violencia del régimen. Inmediatamente, el gobierno de Assad respondió a las protestas pacíficas con el asedio de ciudades enteras y el asesinato a tiros de manifestantes. Surgieron comités populares del lado de los sublevados, que coordinaron manifestaciones y acciones en todo el país y centralizaron lemas y principios para la sublevación, que incluían la no violencia, la oposición al sectarismo y a la intervención exterior. Pero el régimen encarceló y asesinó a sucesivos líderes del movimiento popular. Miembros del ejército del régimen sirio desertaron y tomaron las armas para defender sus zonas, creando finalmente el heterogéneo Ejército Sirio Libre (ESL), y posteriormente liberando del régimen ciudades y regiones enteras del país. Surgieron consejos civiles populares para gestionar las ciudades recién liberadas e intentar supervisar a las milicias a nivel local.
La militarización del levantamiento fue muy debatida en las redes de activistas sirios, pero en gran parte se consideró necesaria para defender a la población de la violencia excesiva del régimen. Sin embargo, también bifurcó el levantamiento entre sus elementos progresistas y no violentos y las milicias armadas, cada vez más reaccionarias, marginando con el tiempo a los primeros. Mientras tanto, el Ejército Sirio Libre se enfrentaba a la falta de financiamiento y de centralización.
El régimen de Assad respondió a la liberación de ciudades con campañas de ataques con bombas de barril. Encarceló a activistas progresistas y liberó a los islamistas que tenía en sus prisiones en un intento de sectarizar el levantamiento inicialmente progresista -varios de los cuales se convirtieron en altos cargos del Frente al Nusra, la rama de Al Qaeda de la que surgió posteriormente el HTS. El gobierno también permitió que las regiones kurdas del país obtuvieran cierto grado de autonomía en una estrategia de divide y vencerás. Tanto en 2013 como en 2015, el régimen estuvo a punto de caer en manos de las fuerzas rebeldes, y Rusia e Irán intervinieron para salvarlo; Rusia ayudando a bombardear las zonas controladas por los rebeldes e Irán proporcionando milicias. A medida que empeoraban las condiciones sobre el terreno y la violencia del régimen no disminuía, las fuerzas rebeldes también se volvían más desesperadas y reaccionarias. Pero no se puede exagerar la brutalidad del régimen. En 2018, el Observatorio Sirio de Derechos Humanos estimó que de los 500.000 muertos desde 2011 en Siria, el 85% fueron asesinados por el régimen.
Por otro lado, Turquía y los Estados del Golfo intervinieron, supuestamente en defensa de la oposición, pero actuando en su propio interés. Los estados del Golfo, e individuos dentro de ellos (principalmente de Qatar), comenzaron a financiar batallones, pero exigieron que se adhirieran a ideologías más islamistas para recibir fondos y municiones. Turquía intervino con la principal prioridad de aplastar al movimiento kurdo.
Contrariamente a lo que se suele pensar, Estados Unidos e Israel no aspiraban a derrocar a Assad después de 2013. Ambos estaban de acuerdo en que era deseable un Assad débil. Estados Unidos proporcionó cierta ayuda a las fuerzas rebeldes, pero se negó a proporcionar armas antiaéreas que les protegieran de las bombas de barril de Assad. Estados Unidos trató de mantener débiles tanto al régimen como a las fuerzas rebeldes, alargando el conflicto militarizado. Como escribió la académica Ella Wind en New Politics, las armas no letales suministradas por EE.UU. «fueron suficientes para dar a la oposición militarizada la esperanza de mayores infusiones de recursos más tarde, pero distaban mucho de ser cualquier cosa que pudiera derrocar al régimen. Esencialmente, los suministros mantuvieron el impulso de guerra, dejando a cada bando lo suficientemente débil como para no ganar ni perder».
Estados Unidos ha reiterado a lo largo de la ofensiva rebelde que «no tiene nada que ver con esta ofensiva» y ha señalado que HTS está en la lista de «organizaciones terroristas extranjeras» del Departamento de Estado. Desde el derrocamiento de Assad, Biden ha expresado una mayor disposición a trabajar con los líderes de la transición; otros Estados que se han referido a los rebeldes como «terroristas» también han suavizado su retórica a medida que se hacía inevitable un gobierno posterior a Assad.
Del mismo modo, Israel ha expresado durante años su preferencia por el mantenimiento del régimen de Assad, que ha hecho poco para oponerse a las tácticas expansionistas y violaciones de Israel. En 2018, Netanyahu dijo que «No hemos tenido problemas con el régimen de Assad, durante 40 años no se disparó ni una sola bala en los Altos del Golán», señalando que su preocupación era la influencia iraní sobre Siria, no el régimen sirio en sí. Su comentario también se refería al hecho de que el régimen de Assad había hecho poco por oponerse a la ocupación israelí de los Altos del Golán sirios, que comenzó en 1967. Desde la toma del poder por los rebeldes el domingo 8 de diciembre, Israel ha bombardeado depósitos de armas del régimen sirio para impedir que los rebeldes los tomaran -lo que demuestra el recelo con el que ven a los rebeldes, que no tenían hacia Assad- y ha invadido más zonas de los Altos del Golán por primera vez desde 1973. «No permitiremos que ninguna fuerza hostil se establezca en nuestra frontera», declaró Netanyahu, ordenando la creación de una «zona de amortiguamiento» entre la ocupación israelí y las fuerzas rebeldes.
El férreo control de Assad sobre la población siria ha impedido la solidaridad con los palestinos, antes y después del 7 de octubre. Durante 48 años, hasta el inicio de la revolución de 2011, el régimen de Assad mantuvo en vigor leyes de estado de excepción, supuestamente en caso de guerra con Israel, pero utilizadas de hecho para detener a sirios sin cargos, extender los poderes del Estado por todo el país y aplastar la disidencia. Tras el estallido de la revolución de 2011, las protestas y manifestaciones, incluida la solidaridad con Palestina, recibieron brutalidad, torturas y desapariciones. El régimen de Assad no hizo nada para demostrar su solidaridad con Gaza desde el 7 de octubre, y su control de Siria, basado en el miedo, hizo que sólo la provincia de Idlib, controlada por los rebeldes, registrara protestas populares en solidaridad con Palestina.
El ENS y el HTS en la actualidad
Más de una década después del inicio de la revolución de 2011, las fuerzas del Ejército Sirio Libre se han transformado en gran medida en una filial turca bajo la bandera del ENS. El ENS se formó en Alepo en 2017 y reunió a antiguas facciones del ESL, pero bajo supervisión turca, ha participado en operaciones militares turcas. Su prioridad es aplastar a los grupos kurdos e impedir que la población kurda conserve su autonomía, en lugar de adherirse a cualquiera de los ideales iniciales de la revolución siria de 2011. Turquía espera ahora tener un papel destacado en la futura trayectoria política de Siria, lo que, para ser claros, supondrá una amenaza para la autonomía de Siria, además del destino de la población kurda.
Hayat Tahrir al-Sham, por su parte, surgió del Frente al Nusra, la rama de Al Qaeda en Siria. A medida que la contrarrevolución se profundizaba y la violencia se extendía, Nusra comenzó a predominar al estar mejor financiado y equipado que otros grupos rebeldes. A diferencia de ISIS -que surgió en Siria en 2013 hasta su derrota a principios de 2017 y estaba dominado por militantes no sirios-, Nusra estaba formado en gran parte por sirios.
En los últimos años, el líder de HTS, Mohammad al-Julani -nombre de guerra de Ahmed al-Sharaa-, ha trabajado para lavar la imagen de su grupo, distanciándolo de Al Qaeda y centrándose en un proyecto nacional. Con los grupos rebeldes concentrados a la fuerza en la provincia de Idlib desde 2016, Nusra se unió a otras facciones, cambió su nombre por el de Hayat Tahrir al-Sham y abandonó algunos de sus elementos de línea dura. En las últimas semanas, ha intentado tranquilizar a los sirios afirmando que HTS quiere una Siria para todas las religiones, sectas y etnias.
Sin embargo, los sirios en Siria y en la diáspora desconfían de HTS. Los activistas sirios llevan mucho tiempo describiendo a Nusra y a otros grupos islamistas como un segundo polo de la contrarrevolución, después del régimen de Assad. Los activistas sirios han levantado durante años las historias de Razan Zeitouneh, Wael Hamada, Samira Khalil y Nazem Hammadi, cuatro activistas democráticos que se opusieron tanto al régimen de Assad como a los grupos islamistas, y que fueron secuestrados y desaparecieron a finales de 2013, muy probablemente por otra milicia islamista similar.
Pero los sirios también han resistido a Nusra, y es probable que sigan resistiendo también a HTS. En 2016, los residentes de Ma’arat al-Nu’man, una ciudad en la zona rural de Idlib entre Alepo y Hama controlada en ese momento por Nusra, protestaron todos los días durante más de seis meses contra Nusra y sus grupos islamistas aliados y sus crímenes reaccionarios. Al cabo de cuatro meses, la campaña de protesta popular en Ma’arat al-Nu’man consiguió la liberación de manifestantes que habían sido detenidos por Nusra.
Mientras HTS arrebataba el país a Assad, activistas sirios dentro y fuera del país manifestaron que no permitirán que el grupo los oprima como lo hizo el régimen de Assad durante décadas, reafirmando su compromiso con la revolución de 2011 y la continuación de esa lucha.
«No podemos permitir que un nuevo tipo de dictador sustituya a otro», dijo a Truthout Banah Ghadbian, activista y profesor sirio residente en Estados Unidos. «Los sirios llevamos tanto tiempo trabajando para llegar a este momento que no permitiremos que lo coopten. No dejaremos que nos arrebaten nuestro espíritu revolucionario». Ghadbian añadió:
«Debemos pedir cuentas al régimen por sus crímenes y dejar que las organizaciones de la sociedad civil sobre el terreno orienten la transición democrática, en lugar de glorificar a las fuerzas rebeldes que no responden ante nadie más que ante sí mismas». Haciéndonos eco de los primeros eslóganes de la revolución, “Queremos construir una Siria para todos los sirios”, lo que significa construir una próspera sociedad civil democrática para todas las minorías y grupos étnico-religiosos.»
¿Qué viene ahora?
La liberación de miles de presos de las cárceles del régimen de Assad es sólo un primer paso para hacer realidad las demandas de libertad y justicia de los sirios. El régimen sirio creó una vasta red de prisiones, y se calcula que 150.000 personas fueron detenidas o desaparecieron desde 2011. En las últimas semanas, entre los miles de presos liberados se encuentran activistas de la revolución de 2011, así como sirios y libaneses que llevaban más de 40 años encarcelados. Miles de familias intentan localizar a sus seres queridos, o al menos averiguar si siguen vivos.
Como declaró a Truthout el activista, profesor y escritor sirio Yasser Munif: «Uno de los principales pilares de la Siria de Assad era el sistema penitenciario. La prisión producía silencio, violencia, obediencia, miedo y muerte. Toda una sociedad construida en torno al estado carcelario. Uno de los principales retos para los sirios es abolir definitivamente esa institución letal». Eso incluye impedir que HTS y otros grupos de la oposición continúen con la práctica del encarcelamiento injusto. Pero también significa crear una sociedad más libre, justa e igualitaria, y hacer realidad otras reivindicaciones de la revolución siria inicial, como la justicia económica y el fin de la opresión y las políticas sectarias.
En los días transcurridos desde la huida de Bashar al-Assad y la entrega de las instituciones estatales a los rebeldes por parte de los miembros del régimen que quedaban, el HTS, junto con líderes políticos de la oposición en el exilio, ha elaborado un plan para un gobierno de transición de 18 meses de duración. Mientras tanto, HTS ha colocado a Mohammed al-Bashir, que dirigía el gobierno del grupo en Idlib, como primer ministro de transición. Aunque estas figuras, tanto la oposición siria en el exilio como HTS, prometen avanzar en las prioridades del pueblo sirio y conservar una Siria multiétnica, sus declaraciones deben tomarse con escepticismo, ya que sus objetivos e ideologías no reflejan los del levantamiento popular de 2011.
Otro desafío importante será la continua injerencia de otros Estados. Mientras Rusia e Irán intervenían en favor del régimen, ahora es Turquía la que busca más influencia en la política siria. Israel, que se sentía cómodo con el régimen de Assad y su relación de no confrontación, probablemente seguirá bombardeando e invadiendo territorio sirio. Por último, Turquía y numerosos países de Europa están intentando sacar provecho de la caída del régimen para empujar a los refugiados sirios a regresar a Siria, poniendo la crisis al servicio de las posturas xenófobas y de derechas, aunque el país siga siendo inestable en un futuro previsible. Pero el derrocamiento del régimen de Assad también significa que es probable que cientos de miles de sirios regresen a Siria desde el exilio. Durante años, una de las principales tácticas del régimen habían sido las detenciones masivas, y los sirios que cruzaban de regreso desde El Líbano u otros lugares se enfrentaban a una alta probabilidad de ser detenidos y encarcelados. Sin embargo, si los sirios siguen pudiendo regresar a sus hogares, podrían tener la oportunidad de renovar la lucha popular y progresista de 2011 y construir una alternativa que represente a la sociedad más que las actuales fuerzas rebeldes y de la oposición.
Shireen Akram-Boshar
Escritora socialista, editora de la revista Spectre Journal y activista de las luchas de solidaridad con Medio Oriente y el Norte de África.