Faith Ringgold, For the Women's House, 1971Faith Ringgold, For the Women's House, 1971

Qué significa el Paro de Mujeres

en Coyuntura

[En vista de una nueva conmemoración del Día Internacional de las Mujeres Trabajadoras, nos parece importante presentar este texto, publicado hace un año en Jacobin, y que plantea los lineamientos generales para entender el llamado a un paro internacional de mujeres y su significado. La traducción es de Alondra Carrillo. Comité Editorial Posiciones.]

Organizaciones feministas, socialistas y de base alrededor del mundo han convocado a un Paro Internacional de Mujeres el 8 de marzo en defensa de los derechos reproductivos y contra la violencia, entendida como violencia económica, institucional e interpersonal.

La huelga tendrá lugar en al menos cuarenta países – el primer día de protesta coordinado internacionalmente en una escala tan grande en los últimos años: en términos del tamaño y la diversidad de organizaciones y países involucrados, será comparable a las movilizaciones internacionales contra el ataque imperialista en Iraq el 2003, y a las protestas internacionales coordinadas en el marco del Foro Social Mundial y el movimiento por la justicia global a comienzo de los 2000.

Pese a que Occupy, los Indignados y Black Lives Matter consiguieron tener un eco internacional y desatar movilizaciones, ocupaciones y protestas en varios países, había poca coordinación internacional consciente entre las diversas organizaciones y grupos involucrados. Las revoluciones árabes fueron un evento extraordinario e histórico, pero las organizaciones políticas y sociales en otros países no pudieron dar a luz a una movilización de apoyo poderosa y coordinada internacionalmente.

Si tiene éxito, el Paro Internacional de Mujeres marcará un salto cualitativo y cuantitativo en el largo proceso de reconstruir una movilización social internacional contra el neoliberalismo y el imperialismo, al cual varios movimientos de los últimos años le han dado forma, desde Occupy hasta Gezi Park, desde los Indignados hasta Standing Rock y Black Lives Matter. También señalará la posibilidad concreta de un nuevo y poderoso movimiento feminista internacionalista y anticapitalista.

¿Por qué le estamos llamando “Paro”?

Muchas discusiones acerca del paro, particularmente en los Estados Unidos, se han centrado en si es o no correcto llamarle “paro” al 8 de marzo, en vez de “manifestación”. Esta crítica pierde el punto. Los paros de mujeres siempre han sido más abarcativos en sus objetivos y propósitos que las huelgas tradicionales por salarios y condiciones de trabajo.

En 1975, el 90% de las mujeres de Islandia iniciaron una huelga en los lugares de trabajo y se negaron a realizar trabajo impago socialmente reproductivo[1] durante un día, a fin de hacer visible el trabajo y aporte de la mujer islandesa a la sociedad. Exigían igualdad de salarios con los hombres y el fin de la discriminación sexual en los lugares de trabajo.

En el otoño de 2016, activistas polacas adoptaron la estrategia y el mensaje de la huelga de mujeres islandesas de 1975, y organizaron una huelga masiva de mujeres para detener un proyecto en el parlamento que hubiese prohibido el aborto. Las activistas argentinas hicieron lo mismo el octubre pasado para protestar contra la violencia machista hacia las mujeres.

Estos eventos –que impulsaron la idea de un paro más grande para el Día de la Mujer– demuestran la diferencia entre el paro de mujeres y una huelga general. El paro de mujeres viene de reflexiones políticas y teóricas con respecto a las formas concretas de trabajo de la mujer en las sociedades capitalistas.

En el capitalismo, el trabajo de las mujeres en el mercado de trabajo formal es sólo una parte del trabajo que estas realizan; las mujeres son también quienes proveen primariamente el trabajo reproductivo – trabajo impago que es igualmente importante para la reproducción de la sociedad y las relaciones sociales capitalistas. Un paro de mujeres está diseñado para hacer visible este trabajo impago y enfatizar que la reproducción social es también un escenario de lucha.

Además, producto de la división sexual del trabajo en el mercado de trabajo formal, un gran número de mujeres mantiene trabajos precarios, no tiene derechos laborales, están desempleadas o son trabajadoras indocumentadas.

Las mujeres que trabajan en el mercado formal e informal del trabajo y en la esfera impaga de la reproducción social son todas trabajadoras. Esta consideración debe ser central para cualquier discusión acerca de la reconstrucción de un movimiento de la clase trabajadora, no sólo en los Estados Unidos sino también a nivel global.

Enfatizar la unidad entre los lugares de trabajo y el hogar es clave, y un principio organizador central de este paro del 8 de marzo. Una política que se toma en serio el trabajo de la mujer debe incluir no sólo paros en el lugar de trabajo sino también paros desde el trabajo socialmente reproductivo e impago, huelgas de trabajos de medio tiempo, llamados a reducir la jornada laboral, y otras formas de protesta que reconocen la naturaleza generizada de las relaciones sociales.

“Paro” se ha convertido en término general bajo el cual se incluyen estas variadas formas de acción, puesto que es el término que mejor enfatiza la centralidad del trabajo de las mujeres y su autoidentificación como trabajadoras, cualquiera sea la forma que tome su trabajo.

Recuperando el Derecho a Parar

Estados Unidos tiene quizás las peores leyes laborales entre los países con democracias liberales. Las huelgas generales y las huelgas políticas están prohibidas, los paros están atados a demandas económicas estrechas dirigidas a los empleadores, y los contratos suelen tener cláusulas explícitas que prohíben la huelga, y que en caso de ser violadas pueden ocasionar que el trabajador pierda su empleo y/o que al sindicato que organiza la huelga se le sancione con altas multas. Sumado a esto, muchos Estados, tales como Nueva York, tienen leyes que prohíben explícitamente a los trabajadores públicos ir a paro.

La discusión acerca de cómo revertir esta situación y empoderar a los trabajadores ha sido la preocupación estratégica central de la izquierda en los EEUU durante las últimas décadas. Sin embargo, uno de los peligros de esta discusión es reducir la lucha de clases exclusivamente a la lucha económica, y confundir las relaciones sociales capitalistas con la economía formal en un sentido estrecho.

Una transformación de las relaciones laborales en los Estados Unidos no requiere simplemente de una activación de la clase trabajadora sobre la base de demandas en el lugar de trabajo, sino de su politización y radicalización – la capacidad de realizar una lucha política que aborde la totalidad de las relaciones de poder, las instituciones y las formas de explotación en juego.

Esto no puede alcanzarse mejorando y expandiendo la organización de base únicamente en el lugar de trabajo; uno de los problemas centrales que enfrenta la organización radical del trabajo es su aislamiento e invisibilidad política y social. Sentar las bases para la revitalización del poder de la clase trabajadora requerirá operar en distintos niveles – creando coaliciones sociales amplias que actúen en el interior de los lugares de trabajo y fuera de ellos, y que establezcan lazos de solidaridad y confianza entre activistas y organizaciones de trabajadores, antirracistas, feministas, estudiantiles y antiimperialistas. Esto también implica hacer uso de la imaginación social mediante intervenciones intelectuales y teóricas creativas, y mediante la experimentación con nuevas prácticas y lenguajes.

En vez de un enfoque estrecho en las luchas en el lugar de trabajo, necesitamos conectar movimientos basados en el género, la raza, la etnia y la sexualidad con organizaciones de trabajadoras y activismo ambientalista. Sólo mediante la creación de esta totalidad colectiva seremos capaces de abordar la complejidad de los asuntos y demandas que levantan estas variadas formas de movilización.

Este es el camino que persigue el Paro Internacional de Mujeres, con su plataforma expansiva y su inclusividad.

El 8 de marzo no será una huelga general. Pero será un paso importante en la relegitimación del derecho a huelga contra las degradaciones del capitalismo que toda la gente siente en todas las esferas de la vida.

 

NOTAS

[1] Se le llama así a todo el trabajo dirigido a la reproducción de la población: cocinar, lavar, planchar, cuidar, criar, etc. cuando se realiza en los marcos de la unidad doméstica y queda, por ello, fuera del ámbito en el que el trabajo se intercambia por salario. (N. de la T.)

Autor/a

Cinzia Arruzza es Profesor Asistente de Filosofía en la New School for Social Research en Nueva York, Estados Unidos.

Tithi Bhattacharya es Profesor Asociada de Historia en Purdue University, en Indiana, Estados Unidos.

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